La Biología Evolutiva es una disciplina central dentro de la Biología, dando coherencia y conexión a las ramas del estudio de la vida. Asociada casi invariablemente a la teoría sintética o síntesis neodarwinista, el estudio de la evolución se centra en fenómenos competitivos y procesos de variación poblacional de secuencias génicas bajo la influencia constante de la selección natural. No obstante, la importancia creciente, en representación y transcendencia, de fenómenos considerados tradicionalmente excepcionales (como la simbiosis, la transferencia horizontal y la actividad de elementos móviles), pueden ser de gran relevancia para la concepción general de la biología evolutiva, siendo necesario un enfoque que los sitúe como elementos centrales de la evolución y no como meras excepciones, en torno a un modelo más holístico de la naturaleza.
La evolución es el pilar central de las ciencias biológicas. Este concepto representa una base unificadora de las ramas del estudio de la vida, interconectándolas y dando un contexto global y temporal a las mismas. Además, su alcance traspasa el mero aspecto teórico, estando implicada profundamente en la forma de comprender el mundo y de producir tecnología. Concebido como el fenómeno natural del cambio de las especies en el tiempo, en la actualidad, el término es asociado casi invariablemente a la teoría sintética (o síntesis neodarwinista) derivada de las premisas de Charles Darwin y la genética de poblaciones, superponiendo de esta forma, los conceptos no equivalentes de evolución (como proceso histórico) y de biología evolutiva (estudio de la evolución por medio de teorías). Este matiz es importante, dado que implica que ambas cuestiones pueden falsarse o evidenciarse de manera independiente.
Así, asumiendo la evolución como proceso factual, nos centraremos en la biología evolutiva como método de análisis de la misma. La citada teoría sintética, como punto de partida de mayor representación, recurre a una serie de asunciones generales, así como a la introducción de otros fenómenos tradicionalmente más excepcionales, para dar sentido al fenómeno evolutivo. Estas asunciones serían: (1) el origen primario de la diversidad por mutación génica y recombinación, (2) la selección natural (a priori del individuo) como elemento clave basado en la competición (como relación natural primaria) por los recursos, (3) la reproducción diferencial y el cambio de frecuencias génicas, generando un (4) cambio gradual por sustitución en el tiempo, siendo (5) la población en última instancia la que evoluciona. Además, son asumidos procesos de deriva genética y migración como fenómenos implicados en el cambio de las poblaciones, siendo esta variación un proceso lineal y continuo que garantiza la adaptación al medio hasta la generación de nuevas especies, derivando en la evolución de las mismas (concatenación de sucesos).
Aunque a este esqueleto conceptual se han superpuesto otras evidencias de alcance histórico (saltacionismo, simbiogénesis, transferencia horizontal, etc.) que implican cierta contradicción con alguno de sus principios, estos son comúnmente considerados como excepcionales (anexos a las premisas básicas y/o de menor importancia), incluyéndose finalmente bajo la piedra angular de la selección natural y los procesos evolutivos “generales”. Además, en vistas al registro fósil, se establece distinción conceptual (pero con funcionamiento extrapolable) entre la macroevolución (aparición de clados mayores) y la microevolución (poblacional), quedando irresoluto si el incremento de complejidad, bastante aparente a nivel macroevolutivo pero mal explicado y bastante cuestionado a vistas microevolutivas, es inherente a la evolución.
Consultar el artículo completo
Otros documentos del mismo autor
|
|
© Copyright 2008 Daniel Heredia Doval. © Copyright 2008 REDcientífica. Todos los derechos reservados.
[Evaluar este artículo]
|